Se ataca a la Iglesia Católica y al Papa porque es “conservador”. Se le sugiere que debe acometer y “abrirse” a temas como el divorcio, la homosexualidad, el no celibato de los sacerdotes, la ordenación de las mujeres. Porque es “tiempo de abrir la ventana” y porque si no, la Iglesia se va a quedar sin fieles.
No entienden qué es la Iglesia Católica. La razón de esa incomprensión está en que tampoco entienden quien es Jesucristo para un Católico.
Jesucristo para un Católico no es un hombre magnífico que vivió hace dos mil años y dejó unas enseñanzas hermosas de las cuales debemos tomar las que más nos gustan. Jesucristo para un católico es Dios. Él decidió hacerse hombre en esa época, en esa tierra, en esas circunstancias. Sus enseñanzas para un Católico no provienen de un hombre, que por lo tanto tienen que ser “actualizadas”. Sus enseñanzas son las enseñanzas de Dios mismo, infinitamente sabio, infinitamente omnipotente, infinitamente misericordioso. Sus enseñanzas no quedaron bajo “amenaza de castigo” a quienes no las sigan, sino bajo “promesa de felicidad” a quienes las sigan. Y lo que el ser humano más desea, en el fondo de su ser – porque así fue creado por Dios – es ser feliz.
Para evitar que Su enseñanza se diluyera en el tiempo, creo una institución, la Iglesia, y la hizo depositaria de esas enseñanzas. Es misión de la Iglesia guardarlas incólumes. Es misión de la Iglesia interpretarla para cada momento de la historia en cuanto a su mejor aplicación para los creyentes de cada época, pero no puede cambiarlas ni anularlas, porque vienen de Dios y son de Dios.
Jesucristo dijo antes de subir al Cielo “Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Es Él mismo quien asiste a su Iglesia para que permanezca en la Fe. Los dos mil años de historia, manteniendo su depósito de Fe y su estructura jerárquica, manteniendo sus objetivos, manteniendo sus principios, a pesar de que en muchas ocasiones sus líderes no brillaron por su apego a dichos principios, es demostración de que la promesa del Señor se ha cumplido. Ahora tenemos dos mil años de demostración. Ninguna organización meramente humana habría subsistido a los traumas por los que tuvo que pasar la Iglesia Católica, y por los que sigue pasando. Ese es el testimonio vivo y palpable de su naturaleza sobrenatural. Ya es la organización más antigua del mundo.
No, no se puede tocar la indisolubilidad del matrimonio, porque Dios mismo a través de Jesucristo dijo que lo que Él ha unido no lo puede separar el hombre, a menos que nunca haya sido unión real (por eso las nulidades eclesiásticas)
Respecto a la homosexualidad, se lee en el Antiguo Testamento (también inspirado por Dios según la creencia de los Católicos) “macho y hembra los creó” y les dijo “creced y multiplicaos”. En todas las escrituras se reprocha los comportamientos homosexuales.
Respecto al celibato de los sacerdotes, Jesús dijo claramente “hay quienes se hacen a sí mismo eunucos por Amor al Reino de Dios”, y San Pablo recomienda el celibato en sus cartas. Ya desde los comienzos de la Iglesia Católica se puso el celibato como una característica del sacerdocio.
Y la ordenación de mujeres... ¿existe en el universo criatura más excelsa y perfecta que la Madre de Dios? Si Jesucristo vino a “establecer la nueva ley” ¿Qué le habría costado dar el sacerdocio a su Madre? ¿Quién más digno en el Universo para convertir el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Jesús? ¿Quién mejor para comprender la profundidad de ese misterio? Y sin embargo, no lo hizo. Puede contra argumentarse que en esa época y en esa sociedad – la judía – no habían sacerdotisas, como sí lo habían en otras religiones. Sí, pero Dios quiso que su doctrina saliera de esa sociedad con esa estructura. ¿Acaso no podría Dios haber decidido desde un comienzo que hubiese mujeres en el sacerdocio? No lo hizo, luego no lo quiso, porque tuvo a la más grande de las mujeres por madre y no la ordenó. ¿Qué mejor demostración de que no estaba en sus planes?
Un no católico o un católico no practicante puede “verlo” de otra forma, pero la única forma de verlo es basados en que Jesús es Dios, con todo lo que ello supone. Lo tomas o lo dejas. Los Católicos lo creemos así, y sabemos que eso puede ser interpretado como que somos “intransigentes”. Y siempre ha sido así. Antes de que la religión cristiana fuera permitida en el Imperio Romano, los cristianos preferían morir antes que “quemar incienso al genio del Emperador”. Los que por miedo lo hacían en muchas ocasiones luego se arrepentían de su cobardía, y se convertían en mártires (que quiere decir “testigos”: testigos de su fe “intransigente” porque morían por ella) o en confesores.
Por lo tanto, desde fuera de la Iglesia Católica, de nada sirven las exhortaciones a que se cambien las cosas, porque no pueden cambiarse. Ya pasó, por desgracia, que hubo quienes no aceptaron que no hubiera cambios y formaron otras iglesias, que luego fueron dividiéndose más y más. Al final, la única que se ha mantenido fiel a lo que su Maestro le enseñó, tal como lo enseñó para todos los tiempos hasta la consumación del mundo, es la Iglesia Católica.
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