lunes, 5 de marzo de 2012

"Truth Shall Make Thee Free"

I asked You that question, long ago. Remember? What did you mean by that? What “truth” did you talk about? Why does it make us free? Why say that sentence in such a mysterious way? It is so important! I want truth, I want freedom, so why not be more specific?

Things that refer to You are at the same time very simple and yet very deep. You did not need to explain because the answer lies in yourself. You did not speak of a “scientific” truth, which needs a lot of knowledge to understand. You were speaking to all, disregarding talents or skills. We keep on asking the truth to be “scientific”, yet all of our life we pursue happiness in a very unscientific way. And we don´t think that is untrue.
So I came to this answer, and it looked like your answer: the ultimate truth is... God is Love. Inside this very simple statement lie all your doctrine, and the explanation to all what surrounds us. The reason of our being here, where we came from, who we are, where we go, and any questions we might ask, since “You created us for You, and our heart is restless until it lays in You” (S. Agustin, Confessions, 1). The statement also hides within the formula to make this a better World. A civilization based on love, based on your doctrine. One we do not want to hear, because it is “not scientific”. And we keep searching for more complicated “scientific” answers which do not bring us peace nor happiness. We do not trust you.

“Love to God and neighbor is the hallmark of the Christian” (John Paul II, 2nd mistery of Joy, holy Rosary).

If we attend carefully to that truth, it is like a shoreless sea.
God is love. That is the ultimate definition of God, one in which all believers agree, disregard of the rest of their beliefs. God made the Universe from nothing (big bang included, if that was the way). What guides the universe and all what it has, is God’s love. The history of Universe, material and unmaterial is the History of God, who is love, and as such creates, makes itself acknowledged and inspires our actions if we leave them to do it. God never pushes.

If God is Love, and is the beginning and the end of all creation, and created us to rest in Him, happiness is to respond to God's Love.

God is Love, and in Love is our freedom, when it is true in its nature, as a reflex of God’s love upon us. Love is the gift of oneself, not a feeling. The feeling is an effect, not the origin of Love, to the point that you can love and not "feel". Christ on the cross loves us infinitely, and it is not a blissfull feeling, less a sentimentality.

To know that God exists, created me and loves me is what gives me strength to overcome sufferings and accept them, but also is the source of my happiness. Sufferings do not disappear, but they are looked upon from a different perspective. God did not come to end suffering, but to sublimate it. Loving God back is daring, rough at times, but freeing. All Saints I know about, have had big sufferings and disappointments. But all of them have been enormously happy. They were free. The were loved. They cared nothing else.
“God, through Christ, reveals humankind to humankind”. (John Paul II, Redemptoris Hominis. II, 1) We are called upon to be sons of God and build the civilization of Love. Love projects itself over time and space, and in doing so it becomes part of infinite. In that knowledge of infinity rests the one sole truth: that we will transcend, and as we will transcend, all the rest is deciduous. So to know that God is love and that I am part of it is the ultimate truth that I care most about. All the rest, will pass.

Alfredo Barriga

lunes, 9 de enero de 2012

Lo que Dios no nos puede negar

Rezamos para agradecer a Dios, para alabarlo, para pedirle. Cuando pedimos, sentimos a veces cierta aprehensión de que no vamos a ser escuchados. San Agustín clasificaba las razones por la cual Dios no nos concede lo que pedimos: "aut mala, aut male, aut mali"... porque pedimos cosas que no nos convienen, porque más que pedir, exigimos, porque no pedimos con fe.
Dios nos creó. Nos conoce más que nadie en el Universo. Y nos creó por varios motivos. Por supuesto, el principal es por Amor, porque quiere que seamos parte del cielo para toda la eternidad. También San Agustín lo explica en una frase muy bella y profunda: "Dios, que te creo si tí, no puede salvarte si ti".

Pero hay un segundo motivo: somos parte de Su plan en el Universo. Desde el comienzo de la creación, estuvimos en su mente: "será tal cosa y hará tal cosa". Por supuesto, por su omnipresencia sabía qué seríamos y qué haríamos. Contaba con nuestras flaquezas y grandezas, con nuestras virtudes y defectos, con nuestro entorno y con lo que somos por dentro. No es predestinación: eso es lo que nos parece porque nuestra percepción de la realidad es temporal y física. Hay una dinámica, que podemos cambiar, pero bajo nuestra libre voluntad, en pleno uso de nuestro libre albedrío.

Si juntamos ambas cosas: que Dios nos conoce más que nadie en el Universo, y que Dios nos creó por un motivo concreto que solo El conoce bien, hay una oración que no puede no escuchar, y que cumple con los criterios citados por San Agustín: "Señor, que sea aquéllo para lo cual Tu me creaste"

Con esa oración, Le estamos pidiendo algo bueno, puesto que si es aquéllo para lo cual nos creó, y Dios es bueno, no puede ser algo malo. Nos estamos poniendo enteramente en Sus manos, dejando que suceda lo que tenga que suceder, sabedores de que, sea lo que sea, es donde y como más felices seremos. Y esta certeza nos lleva espontáneamente a pedir con fe, sabiendo que ya nos han oído.

Decir esta oración con plena conciencia de lo que significa da una gran paz interior. Cierto, a lo mejor esa intención que Dios pensó para nosotros al crearnos supone sacrificio y dolor, pero no todo va a ser sacrificio y dolor, y si llega, es porque fuimos creados para llevarlo. Por lo tanto, si algo se nos hace terriblemente poco llevadero, cabe preguntarse con honradez si eso está conforme a la voluntad de Dios. Descubriremos muchas veces que no es así, que es un dolor que nosotros nos inflingimos y que su origen está en el diablo, que con ello alienta la desesperanza, el que nos digamos "Dios solo quiere que lo pase mal".

Dios quiere que seamos felices, en la tierra y luego en el cielo. Pero la felicidad no es antónimo de dolor. Es antónimo de infelicidad. A veces confundimos ser felices con que no nos pase nada que pueda afectar nuestra vida dolorosamente, y no tienen nada que ver una cosa con la otra. Pero tampoco tenemos que echarnos encima cruces que no existen, por falta sobre todo de confianza.

En el pecado original el hombre, de una, atacó las tres virtudes cardinales: desconfió de Dios, quien le había dicho de qué árbol no comer (lo del árbol, por supuesto, es una metáfora, no algo que se deba tomar literalmenet). Al desconfiar perdió la Fe (no creyó, sustituyendo el criterio de Dios por el propio, haciendo autónoma su conciencia), e hizo un acto de rechazo a Dios, la desobediencia, que es falta de caridad. 

Entonces, pedir a Dios que seamos aquéllo por lo cual nos creó es una oración que "lo deja amarrado". No puede no concederlo. Y respecto a lo que viene después, traigo a colación una oración muy bonita que se ha hecho muy popular en los últimos años, y que destila esta idea de pedir a Dios que seamos aquéllo para lo cual nos crearon:

"¿Porqué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida?
Déjame el cuidado de tus cosas y todo te irá mejor.
Cuando te abandones a MI, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios.

No te desesperes, no me dirijas una oración agitada,
como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos.
Cierra los ojos del alma y dime con calma:
JESÚS, yo confío en TI

Evita las preocupaciones angustiosas y los pensamientos sobre lo que puede suceder después.
No estropees mis planes, queriéndome imponer tus ideas.
Déjame ser Dios y actuar con libertad.
Abandónate confiadamente en MÍ.
Reposa en MÍ y deja en mis manos tu futuro.
Dime frecuentemente: JESÚS, yo confío en TÍ

Lo que más daño te hace es tu razonamiento, y tus propias ideas, y querer resolver las cosas a tu manera.
¿Cómo me dices 'JESÚS, yo confío en TÍ'? No seas como el paciente que le pide al médico que lo cure, pero le sugiere el modo de hacerlo. Déjate llevar en mis brazos divinos, no tengas miedo. YO TE AMO.

Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando. Cierra los ojos del alma y confía. Continúa confiando diciéndome a toda hora: JESÚS, yo confío en TÍ.
Necesito las manos libres para obrar.
No me ates a tus preocupaciones inútiles. Satanás quiere solo eso: Agitarte, angustiarte, quitarte la paz.

Confía solo en MI, reposa en MI. Abandónate a MI.
Yo hago los milagros en la proporción del abandono y confianza que tienes en MI. Así que no te preocupes, echa en MI todas tus angustias y duerme tranquilo.

Dime siempre: JESÚS, yo confío en TÍ y verás grandes milagros.
Te lo prometo por MI AMOR."