domingo, 28 de julio de 2013

La parábola de los talentos y la teoría económica

Como cristiano y economista, siempre me he preguntado si no hay un "modelo económico" que esté más cerca de mi Fe. Durante gran parte del siglo 20 hubo una fuerte discusión acerca de si el capitalismo - que salvaguarda la propiedad privada y la libre iniciativa, lo cual está muy respaldado en el Antiguo y el Nuevo Testamento - era más o menos cristiano que el socialismo - que resalta la equidad y el reparto de la riqueza pero a costa de la propiedad privada. No pocos movimientos se generaron dentro de la Iglesia apostando por la segunda opción, de los cuales el más controvertido fue el de la "Teología de la Liberación".

El hecho es que Jesucristo no se pronunció por ningún "régimen económico" en concreto, dejándonos a nosotros el desarrollo de uno que cumpla con las características del cristianismo. Hay muchos que dicen que, en realidad, si los cristianos fuesen realmente cristianos, deberían tener hace un rato un modelo económico que respete su Fe. Pero, ¿No lo tenemos porque no somos buenos cristianos o porque hay más de una respuesta?

Creo que Jesucristo nos dejó bastantes pistas como para entender qué características debería tener un sistema económico que cumpla con los mandatos que nos trajo y con el ejemplo de su vida. Lo cual no implica que haya una sola respuesta. La humanidad evoluciona, y a cada tiempo hay varias respuestas. Pero la esencia se mantiene, y aunque no haya un único "modelo económico cristiano", lo esencial sí que debe estar en todos ellos. 

El amor es parte de la economía, y la economía es parte del Plan de Dios 

El primer mandato de Dios es el del amor. Mirado fríamente bajo una óptica economicista, parece algo muy poco relacionado con la Economía. Pero eso es un enfoque muy superficial. Aunque suene disparatado, pienso que el amor es económicamente productivo y rentable. De entrada, un trabajo que se hace con más amor es - por puro sentido común - más productivo. Detrás del relato de la creación en 7 días Dios trabaja y lo hace con amor infinito, puesto que El mismo es amor infinito. Y su trabajo es perfecto: en lo eficiente de su proceso, en lo adecuado de su contenido y en lo perfecto de su resultado. Por lo tanto amor, trabajo y creación de valor están íntimamente unidos. Al fin y al cabo, si se mira bien, la Creación es y será para siempre la mayor generación de valor económico de toda la historia cósmica. 

Creo que no es impropio por lo tanto combinar términos económicos con términos espirituales. No son mundos aparte. No somos "homo economicus" solamente ni "homo espiritualis" solamente. Somos personas con carne y espíritu. Con necesidades físicas y espirituales .

La actividad económica es querida por Dios para el hombre desde su creación, cuando nos dio el mandato de "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra" (Gen. 1, 28). Dios nos dio y nos sigue dando abundantes gracias para cumplir ese mandato. Dios quiere que trabajemos y que lo hagamos bien, de forma eficiente. 

Los talentos son regalos de Dios a la humanidad para que cumpla el Plan divino

Para cumplir el mandato de Dios, todo ser humano llega al mundo dotado de talentos singulares. Lo que sucede es que por circunstancias de la vida, dichos talentos no se desarrollan: porque no tuvimos oportunidad de ir a un buen colegio, porque no pudimos encontrar un trabajo donde pudiéramos desarrollarlos, por mil razones. Y esa falla es causa directa de una "no creación" de valor económico, además de ser fuente de frustraciones, injusticias y pobreza. 

Creo firmemente que si todas las personas de la Tierra trabajaran en lo que tienen más talento y más les gusta, tendríamos un  mundo mucho mejor y eficiente desde el punto de vista económico y social, y con mucho mejor distribución del ingreso. Habría paz social y paz económica. La humanidad podría desarrollarse a su máximo potencial económico. El Producto Interno Bruto del mundo sería órdenes de magnitud mayor que hoy. Pero, en vez de desarrollar todo ese talento potencial que hay en el mundo, lo desperdiciamos. Eso equivale a ser económicamente ineficientes. La humanidad es muy pobre desde el punto de vista económico porque no ha sido capaz de ver, en los miles de años que lleva sobre a Tierra, que el verdadero recurso del que dispone es el talento. En vez de ello, ha puesto una y otra vez su foco sobre los recursos naturales o tangibles, como tierra, capital y trabajo. ¿cual podría ser el valor económico generado por siete mil millones de personas que desarrollan plenamente su talento y lo ponen a trabajar donde más disfrutan trabajando? 

El espíritu es superior a la materia en dignidad y valor. ¿Qué tiene de extraño por lo tanto que los bienes intangibles como el talento sean más valiosos que los tangibles? ¿Por qué esa fijación económica con los bienes tangibles?

Tenemos por lo tanto una primera característica de una Economía basada en las enseñanzas de Jesús en la parábola de los talentos. Es cierto que los talentos se toman desde un punto de vista de doctrina espiritual, y se refieren al desarrollo de la fe que se nos ha dado. Pero nada dicho por Jesucristo se queda en la analogía. Resulta que el talento era un guarismo financiero (determinados kilos de plata u oro), pero a partir de la parábola el término pasó a significar las habilidades que una persona tiene o desarrolla y la forma en que las usa. Hay por tanto una lección sacada de la comprensión literal de la parábola. Y es esta: todos hemos recibido talentos, y todos debemos hacerlos producir. El sistema económico que exista, sea el que sea, debe ser capaz de descubrir los talentos de las personas, desarrollarlos, y ponerlos a producir donde sean más productivos (que es donde más le guste a la persona trabajar).

La economía no ha incorporado aún el talento como variable, y sin embargo es querido por Dios en su "Plan Económico"

La ciencia económica ha avanzado mucho desde el comienzo de la humanidad en la administración de bienes tangibles, pero casi nada en la administración de bienes intangibles. Por ejemplo,  Dios nos da entre otros regalos, la facultad de ser creativos. Pero, ¿en qué modelo económico se mide la creatividad? Es como si no existiera a la hora de valorar la economía.

Los talentos por sí mismo no son suficientes sin embargo para conseguir la optimización de una economía. Los talentos surgen de las personas, y por lo tanto, solo en la medida en que las personas sean tratadas con la dignidad que tienen y merecen podrán los talentos surgir y producir.

Cuando hice mi MBA en el IESE, tuve un profesor que me marcó profundamente, Juan Antonio Pérez López. Había desarrollado una Teoría sobre la Motivación en el Trabajo que según pasan los años adquiere cada vez mayor peso y relevancia. Para mi, es una Teoría de la Motivación, punto. Creo que explica bien el por que hacemos lo que hacemos. Por supuesto, en su caso, explica por qué la gente trabaja.

En primer lugar, trabaja por el producto o beneficio que su trabajo tendrá para si mismo: ganar dinero, ganar reputación, etc. En segundo lugar, trabaja porque le gusta lo que hace, independiente de si gana más o menos dinero. Entre dos trabajos, está incluso dispuesto (si puede) a elegir el que le paga menos pero le gusta más.  Y en tercer lugar, trabaja por el efecto que su trabajo tiene sobre los demás: trabaja porque lo que hace supone un beneficio para los otros. La primera motivación es la motivación extrínseca, porque no tiene que ver con la naturaleza misma del trabajo, sino con el resultado del trabajo para mi. La segunda es la motivación intrínseca, porque tiene que ver con la naturaleza misma del trabajo. Y la tercera es la motivación trascendente, porque tiene que ver sobre cómo el trabajo trasciende a la persona y afecta a los demás.

La Teoría de la Motivación en el trabajo establece también el tipo de gerente que tiene una empresa en función de cuál motivación - siempre están presentes todas - es la que predomina.

El gerente que usa predominantemente la motivación extrínseca (palo y zanahoria), es un ejecutivo. Consigue eficacia, pero no eficiencia. La gente está con él porque no tiene más remedio. Por lo mismo, no da de sí lo que puede dar. Difícilmente está trabajando en lo que tiene más talento y más le gusta, y al gerente ejecutivo le importa poco ese aspecto: lo que busca son resultados, prescindiendo de la persona que los entrega.

El gerente que usa la motivación intrínseca es un director. Conoce a su gente, sabe qué talento tiene y donde le gusta más usarlo, y le da la oportunidad de hacerlo, consiguiendo de esa forma equipos muy productivos. Arma equipo y lo dirige, pero no los "manda" en el sentido estricto de la palabra.

El gerente que usa motivación transcendente es el líder. No solo conoce a su gente, sino que es capaz de proyectarles una visión, de transmitirles valores con los cuales se identifican. Lo siguen porque sienten que con él están "cambiando al mundo".

Si juntamos la teoría de la motivación en el trabajo con el desarrollo de los talentos, concluimos que cualquiera que sea el modelo de economía, debe rescatar que el recurso esencial es la persona, pero que debe ser tratada con dignidad para que pueda dar lo mejor de sí misma. La dignidad es una forma de amor. De donde se deduce que cuando se pone a la persona en el centro de la actividad económica, y se la trata con amor, la productividad - y por lo tanto, la rentabilidad - es mayor. En definitiva, el amor es rentable, y no tiene por qué estar disociado de la ciencia económica.

Una Economía basada en los talentos y en el amor es más eficiente

Hubo un economista del siglo 20, Kenneth Boulding, quién en su libro "La Economía del Amor y el Temor" expuso algo muy similar. Concluía que la generación de una mejor economía sucede cuando se da una "relación integradora", donde entran en consideración valores y afectos en las relaciones económicas. En definitiva, cuando en la motivación en el trabajo está lo trascendente, las personas sacan lo mejor que tienen dentro, los sistemas de control son menos onerosos y necesarios, la productividad es mayor, y la distribución de la riqueza puede ser más igualitaria. En la medida en que a todos se les de la oportunidad de realizarse por medio de los talentos recibidos por Dios, existe mayor creación de valor, mayor paz social, mayor eficiencia. 

Creo firmemente que inherente a las enseñanzas de Jesucristo están las características no solo de una economía cristiana, sino de la mejor economía: la que da mejores resultados. La que permitirá a la humanidad crecer más y entregar a cada uno de sus miembros una vida digna. No quiero decir que hay una única respuesta, un único "sistema económico cristiano": si lo hubiera, Jesucristo mismo lo habría señalado. Pero, aunque no lo haya señalado, alrededor de Su ejemplo y Su palabra, alrededor de la obra de Dios en la humanidad, están impresos - al igual que el "derecho divino positivo" - características que harían una mejor economía y que no hemos considerado hasta ahora en la Teoría económica. Pienso que eso ha sido por una falsa concepción de que economía y espiritualidad corresponden a dimensiones distintas y contrapuestas de nuestra vida. 

Nos olvidamos que Dios nos creo personas, y como tales, integrales. Nada hay en nuestra vida que no sea parte del Plan de Dios. La economía también debe ser redimida. 

El siglo 21 en el que estamos metidos traerá, en mi opinión, un mayor acercamiento a esta filosofía. Ello es debido al advenimiento de la sociedad del conocimiento, donde la creación de valor viene del uso de talentos más que del empleo de recursos financieros, y por lo tanto la actividad económica - para que produzca - debe ser antropocéntrica. Que Apple sea la empresa más valorada en el mercado, o que Google y Pixar sean las más admiradas, no es casualidad. 

Alfredo Barriga

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