Dios nos creó. Nos conoce más que nadie en el Universo. Y nos creó por varios motivos. Por supuesto, el principal es por Amor, porque quiere que seamos parte del cielo para toda la eternidad. También San Agustín lo explica en una frase muy bella y profunda: "Dios, que te creo si tí, no puede salvarte si ti".
Pero hay un segundo motivo: somos parte de Su plan en el Universo. Desde el comienzo de la creación, estuvimos en su mente: "será tal cosa y hará tal cosa". Por supuesto, por su omnipresencia sabía qué seríamos y qué haríamos. Contaba con nuestras flaquezas y grandezas, con nuestras virtudes y defectos, con nuestro entorno y con lo que somos por dentro. No es predestinación: eso es lo que nos parece porque nuestra percepción de la realidad es temporal y física. Hay una dinámica, que podemos cambiar, pero bajo nuestra libre voluntad, en pleno uso de nuestro libre albedrío.
Si juntamos ambas cosas: que Dios nos conoce más que nadie en el Universo, y que Dios nos creó por un motivo concreto que solo El conoce bien, hay una oración que no puede no escuchar, y que cumple con los criterios citados por San Agustín: "Señor, que sea aquéllo para lo cual Tu me creaste"
Con esa oración, Le estamos pidiendo algo bueno, puesto que si es aquéllo para lo cual nos creó, y Dios es bueno, no puede ser algo malo. Nos estamos poniendo enteramente en Sus manos, dejando que suceda lo que tenga que suceder, sabedores de que, sea lo que sea, es donde y como más felices seremos. Y esta certeza nos lleva espontáneamente a pedir con fe, sabiendo que ya nos han oído.
Decir esta oración con plena conciencia de lo que significa da una gran paz interior. Cierto, a lo mejor esa intención que Dios pensó para nosotros al crearnos supone sacrificio y dolor, pero no todo va a ser sacrificio y dolor, y si llega, es porque fuimos creados para llevarlo. Por lo tanto, si algo se nos hace terriblemente poco llevadero, cabe preguntarse con honradez si eso está conforme a la voluntad de Dios. Descubriremos muchas veces que no es así, que es un dolor que nosotros nos inflingimos y que su origen está en el diablo, que con ello alienta la desesperanza, el que nos digamos "Dios solo quiere que lo pase mal".
Dios quiere que seamos felices, en la tierra y luego en el cielo. Pero la felicidad no es antónimo de dolor. Es antónimo de infelicidad. A veces confundimos ser felices con que no nos pase nada que pueda afectar nuestra vida dolorosamente, y no tienen nada que ver una cosa con la otra. Pero tampoco tenemos que echarnos encima cruces que no existen, por falta sobre todo de confianza.
En el pecado original el hombre, de una, atacó las tres virtudes cardinales: desconfió de Dios, quien le había dicho de qué árbol no comer (lo del árbol, por supuesto, es una metáfora, no algo que se deba tomar literalmenet). Al desconfiar perdió la Fe (no creyó, sustituyendo el criterio de Dios por el propio, haciendo autónoma su conciencia), e hizo un acto de rechazo a Dios, la desobediencia, que es falta de caridad.
Entonces, pedir a Dios que seamos aquéllo por lo cual nos creó es una oración que "lo deja amarrado". No puede no concederlo. Y respecto a lo que viene después, traigo a colación una oración muy bonita que se ha hecho muy popular en los últimos años, y que destila esta idea de pedir a Dios que seamos aquéllo para lo cual nos crearon:
"¿Porqué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida?
Déjame
el cuidado de tus cosas y todo te irá mejor.
Cuando
te abandones a MI, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios.No te desesperes, no me dirijas una oración agitada,
como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos.
Cierra los ojos del alma y dime con calma:
JESÚS, yo confío en TI
Evita
las preocupaciones angustiosas y los pensamientos sobre lo que puede suceder
después.
No
estropees mis planes, queriéndome imponer tus ideas.Déjame ser Dios y actuar con libertad.
Abandónate confiadamente en MÍ.
Reposa en MÍ y deja en mis manos tu futuro.
Dime frecuentemente: JESÚS, yo confío en TÍ
Lo
que más daño te hace es tu razonamiento, y tus propias ideas, y querer resolver
las cosas a tu manera.
¿Cómo
me dices 'JESÚS, yo confío en TÍ'? No seas como el paciente que le pide al
médico que lo cure, pero le sugiere el modo de hacerlo. Déjate llevar en mis
brazos divinos, no tengas miedo. YO TE AMO.
Si
crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración, sigue
confiando. Cierra los ojos del alma y confía. Continúa confiando diciéndome a
toda hora: JESÚS, yo confío en TÍ.
Necesito
las manos libres para obrar.
No
me ates a tus preocupaciones inútiles. Satanás quiere solo eso: Agitarte,
angustiarte, quitarte la paz.
Confía
solo en MI, reposa en MI. Abandónate a MI.
Yo
hago los milagros en la proporción del abandono y confianza que tienes en MI.
Así que no te preocupes, echa en MI todas tus angustias y duerme tranquilo.
Dime
siempre: JESÚS, yo confío en TÍ y verás grandes milagros.
Te lo
prometo por MI AMOR."